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(IM KWON-TAEK, 2002)
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A mediados del siglo XIX, Kim Byung-moon salva al joven Seung-up de ser apaleado por unos vagabundos. Seung-up le hace un dibujo para explicarle por qué le querían golpear. Kim observa cuidadosamente el dibujo y percibe el extraordinario talento del chico, que terminará por convertirse en una de las más billantes figuras de la pintura coreana del Siglo XIX, tan amante del arte (y de su arte) como de las mujeres y el alcohol, y nos propone un interesante recorrido al rededor de la vida del pintor, reconocido en vida pero, sin embargo, lejos de la felicidad.
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