LAS ALFOMBRAS DE LA CIUDAD
(Texto y fotos de María ABRIL)
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A menudo, cuando tengo que explicar a mis turistas qué color tiene Barcelona, suelo dejarme llevar por la definición que dieron arquitectos y diseñadores hace algún tiempo, palabras escritas por los más entendidos: “Tiene el color gris plateado de la sardina”. Y es así, aunque en una reflexión algo más profunda, a veces creo que esa afirmación no es del todo correcta, ya que mi percepción de la ciudad no es para nada almibarada pero tampoco totalmente objetiva.
Los colores, formas y reflejos de los edificios me hablan de la imaginación desbordante de los arquitectos, el azul del mar me señala lo mediterránea que es, pero, sobre todo, los colores de la tierra a veces asoman, no sin cierto temor a desaparecer, y nos permiten ver lo que podría ser una hermosa ciudad jardín.
A finales de primavera y a punto de empezar el verano, algunos puntos de la ciudad olvidan ese color gris plateado para teñirse de amarillo, violeta, morado, blanco y una variedad de tonos verdes a veces de difícil descripción. Una primavera lluviosa y un poco de viento hacen el resto, que los suelos de los espacios públicos adopten colores inusuales y embellezcan la ciudad de un modo casi indescriptible durante algunos días, si a ello acompañamos, esa famosa cultura del balcón, aparece el coctel perfecto.
Hoy desde estas cuatro líneas, quiero rendir homenaje a lo que yo llamo “las alfombras de Barcelona”, y espero que esos colores también os acompañen un poco en vuestra vida. Dedicado a todos aquellos que dan sentido a mi vida.
Los colores, formas y reflejos de los edificios me hablan de la imaginación desbordante de los arquitectos, el azul del mar me señala lo mediterránea que es, pero, sobre todo, los colores de la tierra a veces asoman, no sin cierto temor a desaparecer, y nos permiten ver lo que podría ser una hermosa ciudad jardín.
A finales de primavera y a punto de empezar el verano, algunos puntos de la ciudad olvidan ese color gris plateado para teñirse de amarillo, violeta, morado, blanco y una variedad de tonos verdes a veces de difícil descripción. Una primavera lluviosa y un poco de viento hacen el resto, que los suelos de los espacios públicos adopten colores inusuales y embellezcan la ciudad de un modo casi indescriptible durante algunos días, si a ello acompañamos, esa famosa cultura del balcón, aparece el coctel perfecto.
Hoy desde estas cuatro líneas, quiero rendir homenaje a lo que yo llamo “las alfombras de Barcelona”, y espero que esos colores también os acompañen un poco en vuestra vida. Dedicado a todos aquellos que dan sentido a mi vida.
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