En la ermita de Notre Dame de Romedack, la petite Carcassonne de Lorraine, una mujer dejó olvidadas varias de sus pertenencias. Un elegante sombrero, un bonito pañuelo y una oración manuscrita que depositó sin quemar sobre la bandeja de las velas. No es posible imaginar por qué no quiso convertir su desgarradora plegaria en irreconocibles cenizas, ni, desde luego, por qué causa la dejó allí a la vista de todos los visitantes y curiosos. Fuera cual fuese la razón de su grito desesperado, ciertamente no podía dejarnos indiferente a cuantos peregrinos visitábamos aquella alejada villa medieval del este francés. Su grito de odio y desesperanza dice así:
***
"Mi madre y mi familia son hijos de puta. Escupiré en sus tumbas. Si me ocurriese algo antes que a ellos, que no lloren porque si Dios me da un poco de fuerza a este momento, saldré de mi féretro y los mataré todos.
Perdóname, Señor, y ten piedad de mí.
Sylviane"
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