(1957-2009)
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Para Imane, que me enseñó todas las sendas...
Para sus ojos, que me enseñaron la línea del cielo...
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Imane, hace un año ya. Un año que murió Antonio, aquel poeta con guitarra que tanto te cautivara. Le han puesto su nombre a una plaza en la calle Fuencarral, cerca del Penta en Malasaña. Sí, allí donde planeamos tantas veces asaltar el Museo Picasso de París y robar el cuadro de Ely. Luego, tú me llevarías al oasis donde se refugia el cielo protector.
¿Recuerdas? La última vez que lo vimos actuar fue en una sala de Alcalá de Henares. Batido ya por la inelcutable premonición del destino, no defraudó a los incondicionales como tú. Y allí descubrí la razón conmovedora de tus trémulas exclamaciones; de tus tiernas devociones hacia aquel juguete roto que no quería serlo. De tus ojos brotaron unas lágrimas y recorrieron tu rostro, incontenibles, por los delicados versos en forma de letra de canción recitados con la convicción de una despedida. Allí aprendí a amar a la chica de ayer: sensible, leal, bondadosa y con la ternura a flor de piel. ¿Dónde estás que no te vi en la plaza de Antonio?
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