domingo, 12 de abril de 2009

DIAS DE VINO Y ROSAS





Galaroza, agosto de 1968. Un bello pueblecito blanco colgado de un promontorio en medio de la serranía de Huelva. Y una bellísima colegiata del siglo XVI que resistió al terremoto de Lisboa de 1755. Y una fuente de doce artísticos caños de 1889. Subimos al pinar con Chusmi, un amigo cura sin hábitos ni alzacuello. Y bebimos más de la cuenta. Llevábamos una botella de coñac de la que dimos cuenta pronto. Fue mi primera borrachera y el experimento de los efectos que obra el alcohol para la sinceridad entre amigos. Acabamos borrachos pero sin secretos entre los tres. Luego, en la noche, un drama muy apropiado en el cine al aire libre: Días de vino y rosas. O la violenta y desgarradora huida de una pareja hacia su autodestrucción por el alcohol. Buena su gente, la hospitalaria gente de este pueblecito, con sus manzanos, los pinares y el río Múrtigas donde nos bañábamos por la noche en las cristalinas aguas de sus pozas. Y después el Festival de la canción. Éramos invitados y estábamos obligados a participar; no podíamos hacerles un feo, de modo que me hicieron cantar. Y quedé tercero. Me dieron un premio y esta foto. Luego volví a mi ciudad donde me esperaba una novia francesa si no se había fugado ya con mi mejor amigo. Es decir, con su primo. Nunca sabré qué pasó entre ellos, pero ella me trajo un disco con una canción que hacía furor en Francia. Era de Jane Birkin: Je t`aime...moi non plus. Ah, y Nights in white satin, de los Moody Blues. Y el mundo empezó a volverse hippie. Para mí también. Y no quise seguir con mi carrera de cantante. De todas formas lamento no recordar el nombre del guitarrista, él seguro que hizo carrera en lo suyo.

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