miércoles, 26 de mayo de 2010

NERUDA Y LA CASA DE LAS FLORES

PLABO NERUDA, Ricardo Eliécer Netalí Reyes Basoalto (1904-1973)
EL POETA

La Casa de las flores

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Conocida como La Casa de las flores, en el barrio de Argüelles de Madrid, entre las calles Hilarión Eslava y Rodríguez San Pedro.

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Por su interés, reproducimos un magnífico artículo publicado en el número 16 de la Revista de Urbanismo
de junio de 2007, de la Universidad de Chile, de Secundino Zuazo.



Cuando Pablo Neruda fue nombrado cónsul en Madrid en 1934, uno de sus amigos, Rafael Alberti, se encargó de buscarle un lugar donde vivir. El departamento escogido -que se iba a convertir en escenario de las tertulias de la Generación del 27- estaba en el conjunto llamado la Casa de las Flores.

Neruda llegó a Madrid en junio de 1934, y en la estación le esperaba en el andén un hombre que levantaba un ramo de flores. “Me esperaba él solo, en la estación de invierno. Pero ese hombre era España, y se llamaba Federico”, dice el poeta chileno en sus memorias al recordar el recibimiento que le hizo Federico García Lorca.

Casa de las Flores:
P. Neruda
[...]
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.
Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios; era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, ¿te acuerdas?
¿te acuerdas Rafael?
Federico, ¿te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida
pescados hacinados
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.
[...]

Señala Luis Rosales -testigo, amigo y poeta-, citado por Macías Brevis[36], sobre los recorridos de Neruda por Argüelles:

"Al mirar se enganchaba en las cosas como si las tuviera que devolver a alguien y su mirada fuese un legado. Así le he visto recorrer el mercado de Argüelles, donde escogía litúrgicamente, la guindilla y el apio, la fruta y el ají; la calle de la Princesa, de anochecida, ya al retornar de la cervecería de Correos, con los alcornoques recién regados y la estación obligada en Casa Manolo, donde parece imposible que no hayan puesto todavía una lápida conmemorativa; las cosas son así y luego la llegada a la Casa de las Flores, la risa de boca en boca, las jarras de cristal tintineante -cada una de ellas conteniendo dos litros de vino tinto-, las máscaras de Ceilán en las paredes con su infantilidad de dioses oceánicos; la cuna de Malva Marina y el arrebato de dolor que le causaban su carita y su cuerpo lleno de pústulas; la voz de Delia en la penumbra; la vida irrestañable e inacabable y aquel gorrión domesticado, alegre y sabelotodo al que llamaba 'Don Ramón'".

La zona donde se ubica la Casa de las Flores era privilegiada con unos fantásticos atardeceres que le valieron el título de "la cornisa de Madrid"..

Durante la Guerra Civil española, el frente de batalla para sitiar la capital quedó establecido próximo a la Casa de las Flores; el costado de este conjunto que da a Hilarión Eslava pasó a convertirse en cuartel general de las fuerzas republicanas. El otro lado, que da a la calle Gatzambide, fue almacén y cárcel.

Neruda subía a la azotea para colocar, en un lugar visible desde la calle, la bandera chilena, con el fin de que todos supieran que allí estaba el consulado de Chile en Madrid.

Cuando el edificio fue bombardeado Neruda no se encontraba en España. Un año después de dejar su casa intacta, volvió a visitarla acompañado por Miguel Hernández. “Subimos y abrimos con cierta emoción la puerta del departamento –recuerda Neruda en sus memorias-, la metralla había derribado ventanas y trozos de pared. Los libros se habían derrumbado de las estanterías…. Aquel desorden era una puerta final que se cerraba en mi vida.

Después de este episodio, los que habían frecuentado la casa perdieron la vida o se vieron obligados a alejarse del país.

La esquina bombardeada fue reconstruida en los años 1940 respetando sus formas originales.







Placa conmemorativa dedicada al recordatorio de Pablo Neruda




Estado de La Casa de las flores bombardeada por las tropas franquistas desde los aledaños de la Ciudad Universitaria, cuyo frente estaba muy próximo


EL HOMBRE

Neruda y Delia del Carril

En el año 1937, Neruda era Cónsul de Chile en Madrid. El Gobierno Republicano dejó Madrid para instalarse en Valencia. Neruda le dijo a su mujer Maruca que marchara con su hija a Barcelona, que más tarde él se uniría con ellas. Pero nunca más volvió a verlas. En realidad marchó a Valencia con su amante Delia del Carril.



María Antonieta Hagenaar, Maruca, la mujer holandesa de Plablo Neruda, abandonada con su hija enferma de hidrocefalia en plena guerra civil española. Ella volvió a Holanda con su hija.



MALVA MARINA, hija de Pablo Neruda

La única hija de Pablo Neruda, que nació en Madrid en 1934. Nació prematuramente con un grave problema de hidrocefalia. En plena segunda Guerra Mundial, su madre se vio obligada a dejarla a una familia adoptiva holandesa de la ciudad de Gouda. Murió cuando tenía ocho años.





La tumba de la pequeña Malva Marina, descubierta por Antonio Reynaldos en el año 2004 en la pequeña ciudad de Gouda, tal y como está ahora. Pablo Neruda no habla de ella en sus memorias.
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Carlos Morla Lynch, agregado de la embajada chilena durante la guerra civil española, escribe en sus Diarios de guerra lo siguiente:

"Pablo es de un egoísmo y de un ensimismamiento abrumador y, si reconozco que es un gran poeta, su persona no es poética. Llegan a casa. Se trata de un muchacho marino, en peligro, perseguido. Lo de siempre. Debo meterlo en casa o en la Embajada, pero Pablo, él, con su consulado vacío... ¡Ah no! No lo puede hacer".









2 comentarios:

  1. Lo que afirma Carlos Morla parece contradecirse con su amistad con poetas como Miguel Hernández y con el trabajo que llevó a cabo desde su puesto de cónsul en defensa de los republicanos perseguidos.
    Era un sibarita. Un bon vivant pero también se preocupaba por los demás.
    Lo de su desapego por su hija sí que no tiene excusa.

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  2. Claro que no tiene excusa...Pero quien que no sea hombre, ha dejado alguna vez de sentir o, por lo menos, de actuar como es debido?

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