sábado, 1 de mayo de 2010

IN MEMORIAM DE CÉSAR, QUE NOS DEJÓ...


Se me ha muerto mi amigo César. Lo conocí hace pocos años, pero su extraordinaria afabilidad hizo que fuera fácil trabar una sólida amistad a pesar de la diferencia de edad. Luego su peripecia vital me cautivó, porque pocas personas como él pueden decir que han tenido ocasión de vivir tantas y tan formidables vivencias. Descanse en paz.
Una de las últimas fotografías (2008) del autor del blog con César en el palacete de La Najarra, en su querida Almuñécar (Granda). Antes de ser este palacete de titularidad municipal, fue propiedad de César. Y era un orgullo para él.




Poco podía sospechar César que su abuelo, también César (primero por la izquierda en la fila de pie), era como luego tuve ocasión de mostrarle. Aquí lo vemos con la primera dotación del Cristóbal Colón en 1897, varios meses antes de la batalla de Santiago de Cuba.
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La vida de César estuvo jalonada por no pocas situaciones dramáticas desde muy joven. La Guerra Civil primero. Luego la Guerra Mundial y, finalmente, su periplo surcando todos los mares enrolado en varios mercantes. Hasta su llega a Venezuela, donde echó raíces. Su peripecia verá la luz en forma de libro titulado Memorial de los vientos. Reproduzco este prólogo que le dediqué. Y con todo el cariño para Zaida, su mujer, y Patricia, su hija del alma, a las que abrazo.
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MEMORIAL DE LOS VIENTOS
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Siempre tuve la convicción de que los espíritus aventureros - aquellos que tienen la mágica suerte de vivir su vida al límite del riesgo y la aventura - eran, en realidad, personajes acunados por el destino al que confiaban su buena estrella. Y no les fallaba nunca porque estaban cobijados por un manto protector que los conjuraba contra todo peligro y asechanza. Era por ello por lo que, con desafío y temeridad, no sólo no trataban de evitarlos sino que los buscaban afanosamente.

Revisando ahora mi vida, sin embargo, no estoy tan seguro de mis opiniones de antaño. Aun sin poder desmentirlas totalmente, al reflexionar con la serenidad que los años aportan, puedo afirmar al menos que algún impulso desconocido pero irresistible me empujó siempre una y otra vez por la peripecia de mis andanzas por el mundo. Tampoco tenía otra alternativa que se ofreciera a mi voluntad que la de acatar, inapelables, los rumbos que me marcaba el viento que soplaba en mis velas y en las direcciones más caprichosas. Y hoy puedo contemplar el itinerario desde una atalaya más sosegada y serena. Y más segura también. A buen resguardo y en puerto más tranquilo y merecido. Pero no puedo dejar de confesar el vértigo que me provoca reconocerme en no pocas de las arriesgadas situaciones en que he vivido.

Bajo peligros que no hubiera deseado conocer, y en una frenética mezcla de embriagadora atracción e inconsciente irresponsabilidad, navegué por los más arriesgados derroteros. Claro es que presentí siempre que alguna salida hallaría cualquiera que fuera la inesperada situación que viviera. Otras veces, no obstante, la imperiosa necesidad de huir o la irresistible fascinación por conocer mundo, me llevó por peripecias que no hubiera soñado nunca. Eso sí, a veces al precio de vivir en límites no buscados, pero vividos con la misma irreverente intensidad con que los habría elegido si hubiera tenido oportunidad de hacerlo.

No sabrá ya nunca el destino cuánto lo aborrecí ni cuántas veces lo cité para ajustar los agravios con él. Pero, al fin, aquí estoy para contarlo y en esta placentera hora de hacer balances. Debo reconocer que, sin duda, fue generoso conmigo incluso cuando sus excesos se exacerbaron sobre mí. Convencido, en fin, de que siempre tuve el control de la situación y confiado también en que el instinto de supervivencia es más fuerte siempre que la innoble calamidad que supone saberse vencido por la situación.

En fin, desde la guerra civil conocida y vivida con infantil mirada sobrecogida, a la edad juvenil atribulada de la segunda guerra europea y finalmente mundial, inmerso en su mismo corazón bajo los bombardeos más peligrosos, pasando por mi vuelta como soldado enrolado en heroicas huestes invasoras a la reconquista del maquis, hasta acabar surcando todos los mares y hemisferios, estuve siempre a merced de los más insospechados vientos. Y no cesaban. Este memorial mío es cual rosa de vientos ineluctable. Y en ella, cada eje se me señala y me recuerda, con infalible dirección, la inmediata localización de un lugar y una historia, acumulada y entrelazada. Se narra en cualquier caso la verdad de una situación vivida. Pero ahora, con el recuerdo más fiel y mejor descrito, debo reconocer que si me hubiera propuesto buscar intencionadamente algunas de estas situaciones, ni las habría vivido y mucho menos, las hubiera imaginado. Debo reconocerlo así y por eso he tratado honestamente de contarlo.

1 comentario:

  1. Querido Eduardo,

    Eres un hombre dulce que le diste a mi padre una amistad sincera de la que el siempre se sentia orgulloso. Tu pluma es mas bien un cincel que se clava en la roca para marcar la historia de mi papa, contando sus aventuras lo mantienes vivo para mi...lo que mas deseo es que el se mantenga vivo, atesorando sus recuerdos voy y gracias ti puedo formar mas piezas de su vida, cosas que me conto y que olvide pero que tu pones a flote para salvar la vida de un gran hombre. No se en realidad como darte las gracias...porque al haber escrito la historia de mi papa lo inmortalizas y dejas su legado escrito para que un dia sus nietos y su familia pueda leer un libro que hable de el con carino...yo deseo que recuerden su historia...y mas que nada su amor, sus aventuras y su sonrisa que nos regalo por 85 anos...y que hoy extrano tanto. Te doy las gracias de todo corazon y te hago una reverencia por escribir tan lindo sobre mi papa. Muchos carinos - Patty (Patricia Rodriguez)

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