miércoles, 11 de agosto de 2010

Y LA CABEZA DE GOYA...


Don FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES
(1746-1828)
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Obra del escultor JUAN CRISTOBAL GONZALEZ QUESADA y realizada en 1932. Tras estar algunos años en el Paseo de la Florida de Madrid, frente a la ermita de San Antonio, fue trasladada al parque de San Isidro, junto a la ermita del santo y el cementerio del mismo nombre.



La ermita de San Antonio de la Florida en el paseo del mismo nombre de Madrid, donde desde 1919 descansan los restos de Goya, eso sí, sin su "cabeza", cuya desaparición es un misterio.


Los famosos frescos del interior de la ermita de San Antonio pintados por el extraordinario pintor aragonés de Fuendetodos.


La pradera de San Isidro
(Goya, 1788)
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Cartón encargado por Carlos III para los tapices que adornarían los dormitorios de las infantas en el palacio de El Pardo. El motivo: las fiestas populares y las estampas costumbristas en la conocida entonces y hoy como Pradera de San Isidro. Al fondo el bello perfil de Madrid con la iglesia de San Francisco el Grande sobresaliendo en el horizonte. La composición de este cartón no estuvo exenta de dificultades técnicas según el propio Goya, por el encaje de las figuras en la profundidad de la perspectiva.
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EL MISTERIO DE LA CABEZA DE GOYA
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No es una leyenda urbana de las muchas que pueden circular por Madrid, sino una triste realidad resultante de nuestros avatares políticos - tan trágicos en tantas épocas -, como de la patética desidia burocrática de la época. La historia más o menos es esta:

En el año 1880, el cónsul español en Burdeos visitaba regularmente el cementerio de la ciudad por tener allí enterrado a un familiar. Y fue por pura casualidad cuando descubrió un panteón en lamentable estado de abandono, y a cuyo nicho se accedía por una cancela que dejaba ver una losa de granito. Allí estaba enterrado Goya. El solícito cónsul se esforzó con tesón por recabar del gobierno español diligencia para trasladar los restos del genial pintor, y que le fuera erigido un mausoleo digno de su gloria pero en España.
Sus carteos con prohombres del gobierno dio como resultado que se iniciaran las obras de un mausoleo en el cementerio de la Sacramental de San Isidro, pero como las cosas de palacio van despacio y además eran tiempos de penuria, la exhumación para su traslado no se produjo sino hasta 1888, es decir, ocho años después. Pero, la gran sorpresa del diplomático consular en Burdeos llegó en el momento de abrir la tumba y el féretro de Goya con los testigos presentes, cuando comprobaron con asombro que a los restos de Don Francisco le faltaba la calavera. Así consta en el acta oficial levantada. Había además dos féretros, uno de zinc y el otro de madera. Dedujeron los firmantes que los restos de Goya eran los de la caja de madera, por cuanto que, además de ser más grandes que los de la otra, contenía restos de lo que debió de ser una tela correspondiente al gorro con que se le enterró. Los otros restos correspondían a un miembro de la familia Goicoechea, con quien vivía Goya en Burdeos desde su exilio en 1824.
Pero no es sino hasta 1899, es decir, diecinueve años después, cuando, formado un nuevo gobierno por Silvela, su ministro el Marqués de Pidal, inicia los trámites para organizar el traslado de los restos del genio de Fuendetodos. Bien que, ante la duda de cuál de los dos restos pertenecía realmente a Goya, deciden trasladar los dos en cofres distintos. Y, en ferrocarril, ambos féretros, los de Goya y Goicoechea, iniciaron su retorno, para ser inhumados en el panteón de la Sacramental que diez años antes se había levantado. Y fue ya en 1919 cuando de nuevo los dos amigos, fueron trasladados a la ermita de San Antonio donde reposan. Pero claro está, los restos de Goya están incompletos; falta su cabeza.

¿QUÉ PASÓ CON LA CABEZA DE GOYA?

Desde luego es un misterio, y junto a explicaciones inauditas, hay otras bien documentadas y hasta creíbles, aunque rocambolescas.
En una revista de información general se establecieron dos posibles explicaciones, a decir de las personas citadas por la misma y estudiosas de la misteriosa desaparición de la calavera (o de la cabeza) de Goya. La primera es de una biógrafa de Goya, Antonina Vallentí, que asegura que en Fuendetodos (Zaragoza), lugar de nacimiento de Goya, existía un cuadro titulado: "El cráneo de Goya pintado por Fierro en 1849". El cuadro despareció y sólo en 1928, el académico zaragozano Don Hilario Gimeno aseguraba haberlo comprado. La biógrafa continuó sus pesquisas y fue a ver a los herederos de los Fierro, quienes le confirmaron la versión del académico. Y estos aseguraban que un hijo suyo había llevado la ilustre calavera de Goya a Salamanca, donde había iniciado los estudios de medicina en su universidad. Y fue uno de sus tíos quien al parecer intentó comprobar la fuerza expansiva de los gases de los garbanzos, introduciéndolos en las cuencas de la calavera y calentado luego ambos mediante su inmersión en agua a punto de hervir, lo cual dio con el cráneo de Goya en varios pedazos. Inservible pues ni siquiera para estudiar, lo que quedaba del cráneo fue ofrecido a un perro como festín. Así se describe en "El cráneo de Goya" de Muñóz Puelles.

Y la otra versión es que Goya dio su consentimiento para que, una vez muerto, su amigo el Dr. Laffargue le cortara la cabeza para realizar estudios médicos frenológicos. Parece ser que la operación se realizó en secreto en el asilo de San Juan de Burdeos, lugar que sirvió de inspiración a Goya para pintar "Los locos de Burdeos". Y el cráneo, una vez realizado el estudio, fue enviado a París a su Facultad de Medicina. Y allí se le perdió la pista a la calavera del genial pintor. ¿Cuál es la explicación más verosímil?


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